jueves, 13 de noviembre de 2008

Una Mirada Diferente

Después de la disolución de la Iglesia cristiana del primer siglo, debido a que sus miembros comenzaron apartarse de las verdades fundamentales del Evangelio de la gracia de Dios y por el abandono de las enseñanzas sobre las realidades espirituales del “Misterio Revelado” contenidas en las epístolas dirigidas a la Iglesia, un manto de tinieblas y oscuridad asaltó el pensamiento cristiano y las opiniones, las fábulas, las filosofías huecas, los mandamientos de hombres, el idealismo, el paganismo, el gnosticismo, las ciencias, entre otros, ocuparon el lugar de la Santa Doctrina inspirada por Dios. Tanto fue así que aún hoy este manto de oscuridad permanece cautivando el pensamiento de hombres y mujeres que, buscando agradar a Dios, son desviados del verdadero sentir cristiano.
Como cristianos deberíamos esclarecer en una genuina honestidad, con que óptica estamos considerando los asuntos concernientes a Dios.Una visión equivocada sobre los asuntos de Dios siempre producirá como resultado, un error practico en el vivir cristiano, haciendo infructuosa la relación espiritual con Él. El Señor Jesucristo es la piedra fundamental de los asuntos de Dios y aquello que pensemos y creamos acerca de él, será determinante en nuestro andar digno como cristianos.
La figura de Cristo fue puesta por Dios para que todo cristiano pueda identificarse espiritualmente con él y su obra, para que vivamos y andemos con total libertad en ella.Por lo tanto “idealizar” la figura de Cristo, a producido muchos errores prácticos dentro de algunas comunidades cristianas, debido a no haber entendido el mensaje central que las Escrituras enseñan sobre el propósito, magnitud y alcance de la obra redentora de Cristo.
Quisiera aclarar el uso del termino “idealizar” porque podría confundir, pues comúnmente suele entenderse en un sentido totalmente opuesto a su correcto significado. Cuando se refiere de alguna cosa o persona como “ideal” se lo hace desde un punto de vista que difiere con aquello que es verdadero y real, pues se piensa en ello desde la imaginación o fantasía, producto de un mero pensamiento especulativo. Por ejemplo: Cuando hablamos del hombre o mujer “ideal” se presupone que se esta hablando de un tipo de individuo con una suma de características físicas, emocionales, e intelectuales producto de nuestras fantasías y deseos, que en la practica nunca son hallados, “pues, en la vida real no existen”.El idealizar, entonces, estará siempre en oposición a lo que es verdadero o lo realmente practico.Si lo que creyéramos y pensáramos de Cristo fuera el producto de una idealización de su figura y obra, estaríamos ante un grave inconveniente, pues, seguir sus pisadas, como dice 1Pedro 2:21, sería algo “imposiblemente practicable”. El problema de la idealización del cristianismo se resolvería tan solo dejando a la Palabra de Dios interpretarse a sí misma, desechando todo tipo de interpretación privada, producto de la especulación, imaginación, fantasía o por conveniencia del hombre. Dios le ha dado a su Palabra una sola y única interpretación posible, la que Él ha querido que tuviese, pues nos ha revelado Su maravillosa Palabra para que conociésemos cual es Su única e invariable y perfecta Voluntad.Es notable que gran números de cristianos priorizen en sus lecturas a los 4 Evangelios sobre las Epístolas dirigidas a la Iglesia, reveladas por Dios al Apóstol Pablo para fundamento y base doctrinal de la iglesia cristiana, pues son muchos los que consideran que serian más importantes por la simple razón que ellos contienen los relatos de la vida y ministerio del Señor Jesucristo, de cómo Él anduvo predicando y ministrando en las tierras bíblicas. Y en su búsqueda de aprendizaje, con el deseo expreso de imitarlo, intentan “seguir sus pisadas”, quedándose únicamente con la imagen más obvia que se podría percibir desde una lectura simple y superficial de los 4 Evangelios como Su personalidad; la personalidad de un hombre bondadoso y sabio, que sabia como expresarse o dirigirse apropiadamente hacia las personas (consolador para los desamparados y necesitados e incisivo para quienes le acusaban); prodigo a la hora de manifestar señales, milagros y maravillas; en fin, todo aquello externamente emergente que Jesús evidencio en su vida y casi fantaseando con ello, acometiendo en sus deseos de emulación, intentan y promueven en otros, la exteriorización de una personalidad que ellos han formado de Cristo, (una tendencia muy humana), dejando de lado lo que verdaderamente a él lo movió a llegar a manifestar esa maravillosa vida. Pero, ¿Que me dicen de su corazón? , para ello deberemos necesariamente ver un poco más profundo en la lectura, y comenzar a indagar para comprender el origen de: Su amor por Dios y su prójimo, de su actitud obediente y determinación en cumplir acabadamente la voluntad de su Padre, al punto tal de hacerla como propia, de su preciosa y perfecta fe, de su humildad y mansedumbre evidenciada en su actitud de servicio en beneficio de otros, despojándose a sí mismo, tomando forma de siervo a pesar de ser el unigénito y amado Hijo de Dios; de su paz, aun sabiendo él, que debería pagar con su propia vida el precio de nuestras transgresiones, etc. ¿Y saben que? Lo más importante de imitar de todo aquello que Cristo manifestó no son tanto sus obras sino algo más profundo y fundamental: en que cosas el inclinó “sus afectos” e “interés”. Esto sí sería cosa digna de imitar para “seguir sus pisadas” ¿Verdad?

Filipenses 2:5
Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús.

La Palabra de Dios nos exhorta a que desarrollemos en nuestras vidas cristianas el sentir, la actitud de corazón, el afecto, el amor, que hubo en Cristo Jesús por los asuntos de Dios. Nada habla aquí de cumplir al pie de la letra, como un requisito cristiano, cada cosa que hizo Jesús en la tierra ni de imitar una personalidad meramente externa.
Los afectos, son como la antesala de nuestro corazón, es todo aquello que lo envuelve o lo reviste; y el corazón es el lugar donde habitan los pensamientos más íntimos y más caros del alma del hombre, los que irán formando y forjando la personalidad e individualidad. “Allí donde estén puestos nuestros afectos, allí estará también nuestro corazón”.
Las Escrituras muestran de Jesús que desde pequeño debió aprender a desarrollar y mantener una relación afectuosa por Dios y sus asuntos.

Lucas 2:41
Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua;

Lucas 2:42
y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbrede la fiesta.

Lucas 2:43
Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre.

Lucas 2:44
Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos;

Lucas 2:45
pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.

Lucas 2:46
Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles.

Lucas 2:47
Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia (Lit. su comprensión )y de sus respuestas.

Lucas 2:48
Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.

Lucas 2:49
Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?

Jesús de tan solo 12 años de edad expresó, con estas palabras, su afecto de amor e interés por Dios, mostrando su buena disposición para encargarse dedicadamente en los negocios de quien reconocía como Padre.
Nosotros como cristianos deberíamos aprender de la lección de Cristo, y comenzar a desarrollar y a mantener genuinamente nuestra propia relación con Dios, pues siendo sus hijos, deberíamos buscar agradarle tratando de ocupándonos con interés en sus asuntos, en obediencia amorosa, al punto tal que llegue a expresar de nosotros: “Este es mi hijo amado en quien me complazco”
El ver tan solo a Jesucristo en los 4 evangelios nos hará, a veces, sentir muy lejos y distantes de la posibilidad de ser dignos imitadores de él, debido a nuestra debilidad e incapacidad humana para lidiar contra el pecado que mora aun en nosotros, ya que en su condición única, el pecado no se enseñoreaba de él. Pero el verlo a Jesucristo a la luz de las Epístolas a la Iglesia (que nos relatan a un Jesucristo resucitado, ascendido y glorificado), nos dará una visión alentadora, consoladora y renovadora, desde una óptica de Dios, que nos hará comprender lo importante que somos ante sus ojos de amor, habilitándonos a ser, por su gracia y misericordia, coherederos de toda gloria y magnificencia junto con Cristo Jesús quien es nuestro amado Señor y Redentor.
Una visión equivocada sobre los asuntos de Dios siempre producirá como resultado, un error practico en el vivir cristiano, haciendo infructuosa o débil nuestra relación espiritual con Él. El Señor Jesucristo es la piedra fundamental de los asuntos de Dios y aquello que pensemos y creamos acerca de él, será determinante en nuestro andar digno como cristianos.
Será necesario entonces para ello desarrollar un entendimiento fundamentado en un conocimiento pleno de Cristo y su obra transformadora, no únicamente basado en los 4 Evangelios sino tambien en un reconocimiento de Cristo desde “una mirada diferente” a la que ellos relatan, reconociendo a Cristo desde un lugar superior, que sí las Epístolas relatan y lo ubican. La figura de Cristo fue puesta por Dios para que todo cristiano pudiera identificarse espiritualmente con él y su obra, para que viviéramos y anduviésemos en total libertad por medio de ella, siendo habilitados a vivirla por medio de la fe, una obra transformadora que desde el interior nos ira renovando hacia un entendimiento pleno. Este obrar de Cristo, sigue aun produciendo en la actualidad su maravilloso fruto, una obra capaz de convertir el corazón, si así lo desearamos, que seguirá completándose dentro de cada uno, renovando nuestro interior día tras día ; una obra transformadora con la cual podamos manifestar la mente y la luz de Cristo.

De manera que nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así.
2 Corintios 5:16

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