jueves, 31 de enero de 2008

¿ Y Qué con Nuestra Voluntad ?

Una vez que la Palabra de Dios nos ha sido expuesta con claridad, y que hemos aprendido que Su Palabra es eficazmente viva, y capaz de discernir los pensamientos y las intenciones del corazón de los hombres, con el propósito de ordenarlos para diferenciar lo que es de carácter humano (alma), de lo espiritual; y teniendo en claro que hacer Su Voluntad es la mejor y más digna opción para nuestras vidas; una de las dificultades practicas que se nos presentará en el andar cristiano, será que, en algún punto, tropezaremos con nuestra propia voluntad humana, en nuestro deseo de hacer nuestra la Voluntad de Dios. Cuantas veces nos hemos hallado en la situación de tener la intención de hacer aquello que la Palabra nos dice que deberíamos hacer como hijos de Dios, o querer cambiar actitudes de nuestra conducta, contrarias a las de Él; y nos encontramos que deseando hacerlo, existe internamente en nosotros una voluntad contraria que nos impedirá concretarlo; o que no nos permitirá mantenernos firmes en el tiempo, para llevar a cabo los asuntos de Dios. Esta falla en la voluntad humana, producirá en nosotros tristeza y desazón por haberle fallado a nuestro Padre Celestial en el intento, considerándonos indignos delante de Él.

¿Cuál es la razón y origen de nuestra voluntad dual y contradictoria? ¿Qué dirá Dios al respecto ? ¿Cómo hicieron aquellos hombres de la Biblia para lidiar contra ella y sujetar su voluntad a la de Dios? ¿Qué podremos hacer entonces ante esta deficiencia? ¿Podrá Dios ayudarnos a resolverlo, o dependerá tan solo del ejercicio y desarrollo de nuestra propia fuerza de voluntad?

Comencemos en primer lugar por averiguar cual seria el origen y la razón de dicho problema para ver luego por donde pasaría la solución que Dios plantea para resolverlo.
Podemos percibir que habrá en nosotros un deseo ferviente por vivir una vida según Dios, pero nuestra naturaleza humana se opondrá para que no lleguemos a concretarla, la razón de ello es que nuestros deseos y voluntad se vieron corrompidos, convirtiéndose naturalmente en confusos y contradictorios. El origen de este criterio ambiguo es el producto de una naturaleza caída, pues después del pecado original de Adán, todo hombre estaría sujeto al pecado, afectando con este a la voluntad y a los deseos de los hombres, entre otras cosas, y aun la capacidad de decisión y del libre albedrío, quedó sujeto a una voluntad débil y humanamente vacilante. Luego de la caída de Adán y a consecuencia de la perdida de la vida espiritual en el hombre, este se vio afectado por el pecado, pero como sí esto hubiera sido poco, no fue tan solo el hombre el afectado por la caída, sino que también la tierra lo fue por ella, volviéndose maldita, por lo tanto los valores y criterios terrenales fueron trastornados, pues a partir de ese momento lo terrenal estaría sujeto a lo espiritualmente impío.

Romanos 7:14
Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado.

Romanos 7:15
Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago.

Romanos 7:16
Y si lo que no quiero, esto hago, apruebo que la ley es buena.

Romanos 7:17
De manera que ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí.

Romanos 7:18
Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.

Romanos 7:19
Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.

Romanos 7:20
Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.

Romanos 7:21
Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.

Romanos 7:22
Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios;

Romanos 7:23
pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.


Para muchos se nos hace difícil aceptar y reconocer que el gran Apóstol Pablo padecía de este mismo problema como nosotros, pero Dios le dijo que lo expusiera para que pudiéramos aprender de su ejemplo, que a pesar de ello, con la ayuda y gracia del Padre llegó a ser el hombre de Dios que fue.
El no reconocer o ignorar que todo cristiano, sin excepción, lleva de arrastre esta dificultad en la carne, a causa del pecado, aun siendo renacido del espíritu de Dios, ha inducido a pensar que, aquellos que lograron alcanzar un andar digno delante de Dios, fueron escogidos por Él por su férrea “fuerza de voluntad” para combatir los apetitos de su carne. Este tipo de pensamiento ha llevado a la inactividad a algunos, relegando el Santo llamamiento de Dios; y a otros, les ha provocado un fuerte celo por las obras para combatir la carne, pensando que con humana disciplina voluntaria producirán fruto espiritual.

La creencia natural es argumentada por los hombres, por sus experiencias de hechos de apariencia concretos, o por razonamientos lógicos, basados en un criterio meramente humano, y han pretendido, a lo largo de los siglos, sojuzgar y controlar la voluntada de los individuos, y aun la propia, a través de disciplinas, leyes y mandamientos y de ser necesario procurándolo por la fuerza, a través de penas y castigos. Las ideas y doctrinas basadas en lo que algunos han denominado como “fuerza de voluntad” han promovido la obra por encima de la fe dentro del mundo cristiano.

Colosenses 2:20
Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos

Colosenses 2:21
tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques

Colosenses 2:22
(en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso?

Colosenses 2:23
Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne.

Colosenses 3:1
Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios.

Colosenses 3:2
Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.


La Santa Palabra nos da un indicio para saber por donde empezar a orientar nuestra voluntad, comenzando a poner las expectativas y los afectos en las cosas de arriba y no en las de la tierra, pues nada de lo que hiciéramos, fuera de ello, nos darán resultado alguno ante los apetitos de la carne; pues poner los afectos y expectativas en las cosas de la tierra, no nos ayudara al desarrollo de una voluntad agradable a Dios, pues los valores y criterios que en ella se promueven, estarán en franca oposición a la Voluntad de Él.

El reconocimiento de que padecemos de una voluntad deficiente, nos permitirá solicitar la intervención y la ayuda de Dios, para que Él pueda producir el cambio en nuestras vidas. Cuando aceptamos y creemos en la redención de nuestros pecados, que Dios nos ha dado por medio del creer en Jesucristo como Señor y Salvador, entonces Dios por medio del milagro del nuevo nacimiento, nos proveerá de una asistencia superior que nos fortalecerá en el animo y la voluntad, pues con ello puede salvar la dificultad de nuestra naturaleza caída, para que produzcamos fruto espiritual. Esta realidad del nuevo nacimiento (las cosas de arriba), es una realidad espiritual que Dios efectiviza en las vidas de todos aquellos que han aceptado a Cristo como Señor y Salvador. Pero esta nueva realidad interior, no cambiará espontáneamente nuestros viejos pensamientos y criterios, pues para que ello suceda Dios esperará nuestra respuesta propicia a Su invitación amorosa, a la de una transformación a una mente renovada. Esto no será el producto de nuestros propios esfuerzos por querer cambiar, denominado “fuerza de voluntad”, sino que esta transformación dará comienzo en el momento en que dediquemos u ofrezcamos como sacrificio vivo a Dios nuestro corazón, para que Él comience a moldearlo, iniciando así el cambio practico cristiano genuino en nuestras vidas.

Romanos 12:1
Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.

Romanos 12:2
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Renovar la mente es mucho más que pensar y memorizar versículos de la Palabra de Dios, es más bien meditarla, es contemplarla, pero siempre que se lo haga, deberemos involucrarlo a Él. La manera en que hacemos participar a Dios de ello, es a través de la oración. Esta oración puede tener la particularidad de pedirle al Padre por entendimiento, sabiduría, eficacia en el servicio, y “fundamentalmente que nos ayude en nuestra voluntad”. Es maravilloso y liberador el saber que Dios esta dispuesto a darnos una nueva voluntad y deseo que se sujeten a la de Él, para que podamos hacer aquello que a Él le agrada.

Hebreos 13:20
Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno,

Hebreos 13:21
os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

El trabajo transformador que Dios producirá en nosotros por medio de su maravillosa Palabra y del Señor Jesucristo, es aquello que nos hará aptos en toda buena obra haciendo su voluntad. Cada vez que nosotros estemos dispuestos, por nuestro libre albedrío, a solicitar la ayuda de Dios para cambiar y hacer Su Voluntad, el nos proveerá de nuevas fuerzas, energizándonos por medio del espíritu santo en nosotros, para que podamos manifestar la luz de Cristo.

Filipenses 2:12
Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor,

Filipenses 2:13
porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.

En estos dos versículos de Filipenses podemos ver que hay una responsabilidad compartida y armónica para que este cambio se realice. Aquí nos muestra cual es la responsabilidad del creyente y cual la de Dios. En las palabras del Apóstol Pablo : ...ocupaos en vuestra salvación... pone de manifiesto que es responsabilidad del hombre el ocuparse en esa salvación. Quisiera aclarar que, una cosa es ocuparse “de la” salvación, y otra es ocuparse “en la” salvación. Hacer obras para ganar nuestra propia justicia sería pretender ocuparnos “de” nuestra salvación. Pero el creer, desear y orar para manifestar en nuestras vidas, una vida abundante de naturaleza espiritual, como declaró haberla hecha disponible Jesucristo con su venida (Juan 10 :10), es ocuparse “en la” salvación de la cual Dios amorosamente nos ha provisto.
Otra cosa para tener en cuenta es que en la Biblia, nunca la palabra salvación, hace referencia a nuestro obrar o bondad para ser salvos, pues la salvación del pecado tan solo se puede obtener por medio de la aceptación del único, que por su obra, nos ha liberado del pecado, el Señor Jesucristo. ¿De que manera nos deberemos ocupar “en” ella entonces?. La Santa respuesta nos dice que nos ocupemos “en” nuestra salvación “con temor y temblor”. Estas palabras, “temor y temblor”, hacen referencia a una expresión oriental que significan: “con respeto y reverencia”. El ocuparnos en nuestra salvación con respeto y reverencia, nos indicaría nuestra responsabilidad de poner nuestros pensamientos más preciosos, nuestros afectos y expectativas, en “las cosas de arriba”, contemplativamente en el reconocimiento y agradecimiento, nacido de un entendimiento espiritual sobre la grandeza y magnitud del amor y el obrar de Dios y del Señor Jesucristo para nuestra redención.

Juan 3:16
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.

Juan 3:17
Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.

Veamos ahora la responsabilidad que tendría Dios en el desarrollo de esta “nueva voluntad”. Al ocuparnos en nuestra salvación con respeto y reverencia, le permitiremos a Dios el campo propicio y necesario, nuestro corazón, para producir en nosotros tanto “el querer” (desarrollando un nuevo deseo por las cosas de Dios) “como el hacer” (el ayudarnos a llevar a cabo Su Voluntad) pues : “Dios es el que en nosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”. Dios producirá un deseo y voluntad en armonía con la Suya, haciendo en nosotros todo aquello que a Él le agrada, por medio de Jesucristo .

Que liberador y sanador es el conocer y entender estas cosas y saber que la falta de voluntad que muchas veces manifestamos por las cosas de Dios, por nuestra debilidad humana, es sanada y fortalecida tan solo por nuestro simple deseo y oración, movidos por nuestro amor al Padre, acciones posibles que nos ayudaran a ocuparnos a contemplar para entender la grandeza del amor de Dios en nuestras vidas. Esto producirá fe, una fe no basada en lo que se ve (desde una voluntad caída) sino en todo lo que ha sido hecho en y por nosotros a través de Cristo. Así es como le permitimos a Dios, a través del espíritu santo en nosotros, ir quemando el lastre de nuestra vieja naturaleza caída, para que Él pueda formar dentro nuestro, un nuevo deseo y una nueva voluntad, conforme a “un nuevo hombre”, creado según Cristo Jesús para que andemos en nuevas y buenas obras, preparadas por Dios con anterioridad a nuestro cambio, que anteriormente no teníamos, ni podíamos realizar con nuestra voluntad basada en nuestra vieja naturaleza .

En ocasiones, cuando he tenido la oportunidad de declarar esta maravillosa verdad de la Palabra de Dios, he visto en algunos cristianos, estupor, aprensión y prejuicio ante este tipo de enseñanzas, pues el tema de las obras y la fe no estaría del todo claras para este grupo, así como también la claridad entre las responsabilidades de Dios y del creyente, en el andar practico cristiano. Las ideas basadas en lo que algunos han denominado como “fuerza de voluntad” han promovido la obra en detrimento de la fe. La pregunta que nos debemos plantear como cristianos a la hora de escuchar una enseñanza es: ¿Con que criterio estamos dispuestos a ponderar los asuntos de Dios a la hora de exponernos a las Escrituras?
La palabra de Dios declara que en aquellos que aman a Dios, Él mismo les proveerá de un nuevo criterio, un criterio espiritual, para poder entender el propósito del mensaje de Su Amor, en su deseo de poder relacionarse con los hombres en una relación amorosa, como la de un padre con sus hijos.

1 Corintios 2:9
Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman.

1 Corintios 2:10
Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios.

La clave para activar este criterio espiritual esta directamente relacionado con la intensidad y profundidad con que decíamos amar a nuestro Padre Celestial, al poner nuestros afectos y expectativas al cobijo de Su Amor, dedicándole nuestros corazones a Él. El criterio humano o natural, carece de la habilidad para poder, con claridad, percibir y explicar la realidad espiritual que al hombre aqueja, la cual se encuentra claramente expuesta en La Biblia (1 Corintios 2:14); y nuestra naturaleza caída, solo podrá ser salvada por aquella “Obra” que está por encima de todas las obras, “La Fe” en Jesucristo, que nos abrirá las puertas de una maravillosa relación con Dios como nuestro Padre, quien estará siempre dispuesto ayudarnos en todas nuestras debilidades.

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“La primera, la más noble, la más sublime de todas las obras es la fe en Jesucristo. De esta obra deben proceder todas las obras: todas ellas son súbditas de la fe, y de ella sola reciben su eficacia”.
Martín Lutero (Siglo XVI)

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