martes, 11 de noviembre de 2008

Confiados en el Padre

Agradezco a Dios, mi Padre, por haber bendecido mi alma ampliamente por medio de dos hermosos “personajes” en mi vida, Pablo y Alejandro, mis amados hijos, quienes le han ayudado a inspirar en mi una mayor comprensión del amor y la ternura que Dios tiene por sus hijos.

Confiados en el Padre

...Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.

Jesús ( Lucas 18:16)

¡Que importante son la presencia y las palabras de los padres para un niño!. A corta edad el niño puede percibir el afecto de sus padres a tal punto que permanecerá confiado en todo aquello que ellos digan o hagan. En los momentos de miedo o angustia y en especial por las noches, los niños hallan consolación en las palabras y arrullos de sus padres, o con tan solo notar su presencia en el cuarto. Todo esto puede bastar para aquietar el alma de un pequeño. ¡Que maravillosa es la relación que se establece entre los padres y los hijos!. Sorprende el ver el efecto que produce en un niño la demostración de cariño y de afecto de sus padres, a pesar de las falencias y debilidades propias que caracterizan al amor humano.
Un niño, desde que nace, se vincula en el mundo del aprendizaje en primer lugar a través de sus padres. Sus padres son su primer centro de aprendizaje o de referencia para su desarrollo y crecimiento como individuo. Por ellos, el niño, aprende el lenguaje, sus primeros pasos al caminar, el alimentarse correctamente, la educación y normas de conducta, sus creencias y convicciones, etc. Y el gran motivador de todo ello es simplemente el afecto manifestado en la dedicación amorosa de los padres. A corta edad las palabras de los padres, toman para el niño una relevancia fundamental en el desarrollo de su confianza y seguridad, pues en ellas halla descanso y quietud en el momento de demanda, de temor o enfermedad.
Aún recuerdo las palabras de consuelo de mis padres, en aquellas primeras tareas escolares, cuando todo parecía confuso e imposible de realizar, diciéndome lo siguiente: ...Mira, porque no comes algo ahora y veras luego como te ayudará para hacer la tarea ... y dejándolo todo para ir a merendar, increíble e inexplicablemente estas palabras parecían producir efecto, pues al volver a la tarea, todo se veía más claro y posible de resolver, y lo más curioso aun, que actuando sobre su consejo, sin llegar a entender que relación habría entre la comida y la tarea, esto siempre funcionaba. Hoy comprendo que mi acción sobre aquellas palabras tan simples de mis padres, no era más que otra cosa que el producto de mi confianza por sentirme consolado en su presencia y por estar seguro de su afecto, cuidado y amor por mi, pues sabia que me amaban y todo lo que ellos decían era digno de confianza y respeto.
De esa misma manera, deberíamos aprender a relacionarnos con Dios, recibiendo con sencillez, humildad y con pureza, todo aquello que Él ha dicho que ya ha hecho y que hará por nosotros a través de Cristo Jesús, pues La Palabra de Dios declara que todo aquel que ha confesado a Jesús como Señor, pasa a formar parte de la familia de la fe, o de La Familia de Dios, estableciéndose de esta manera un vinculo basado en Su Amor, relacionándose Él con nosotros como un Padre, y nosotros con Él, como sus hijos. Y así como un hijo con sus padres, deberíamos acercarnos a Él confiadamente, como lo hacíamos de niño, y así poder descansar en Sus Palabras tiernas que reflejan Su maravillosa disposición para ayudarnos en toda situación, en nuestras debilidades, percibiendo su maravilloso afecto, cuidado e interés, debido a la grandeza de Su amor que Él tiene por cada uno de nosotros.

1 Pedro 5:6
Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;

1 Pedro 5:7
echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.

En las palabras: ...cuando fuere tiempo... es en el tiempo de nuestra necesidad. Gran cosa es tomar conciencia y reconocer que necesitamos de la ayuda de Dios, y buscar cobijarse bajo Su amoroso amparo, echando toda y absolutamente toda, ansiedad, preocupación o incertidumbre sobre Él, sabiendo que es poderoso para cuidar apropiadamente de nosotros, cualquiera fuese la situación. Este es el verdadero significado practico de la “humildad” en un hombre, que se verá reflejado en la aceptación de la “Gracia de Dios”. Siempre recuerdo gratamente aquella frase de uno de mis maestros en la Palabra de Dios, que utilizando una forma simple y grafica, expresaba sobre la Gracia y Amor de Dios, de la manera siguiente: “Dios es tan bueno conmigo que pienso que se ha equivocado de persona”. Siempre que hablemos de Gracia, su significado estará relacionado con un “favor inmerecido”; y cuando aceptamos que no es por merito propio el haber hallado Gracia ante los ojos de Dios sino por Su afectuosa Voluntad e infinita Misericordia, comenzaremos a transitar por el camino de una genuina Humildad que le permitirá a Dios extender su mano, manifestando su poder y soberanía, produciendo en nuestras vidas la liberación necesaria para cada situación. Y la razón de ello es : “Porque él tiene cuidado de nosotros” pues, para Dios, somos el objeto de Sus pensamientos cuidado e interés, a fin de proveernos de todo aquello necesario para la vida, en todas sus manifestaciones, Él se interesa genuinamente por nosotros, esperando que respondamos apropiadamente a su amoroso afecto, con una actitud confiada y crédula, como lo haría un niño con su padre, descargando toda congoja y ansiedad sobre él, extendiendo nuestros brazos hacia Él en búsqueda de su abrazo consolador al reconocer su cuidado de amor por nosotros.
La clave entonces, para beneficiarse de la gracia de Dios, es la humildad; y bíblicamente hablando la humildad es el reconocer el amor del Padre, reconociendo Su autoridad para hacer en nuestras vidas todo aquello que nos ha prometido, porque el tiene cuidado de nosotros.

1 Juan 5:14
Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.

1 Juan 5:15
Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.


De manera que podemos “echar toda ansiedad sobre Él”, y el modo para hacerlo es a través de la oración. La oración es nuestra invitación al Padre Celestial a que tome cuidado de nuestras vidas o situaciones como el resultado de haber confiado previamente en El.
El conocimiento de cual es su voluntad y disposición hacia nosotros, producirá esa sensación de certeza, de convicción, de que Dios es fiel y justo para concretar toda petición que esté en armonía con Él, pues siempre estará dispuesto a socorrernos y ayudarnos en el momento de necesidad.

Juan 1:9
Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.

Juan 1:10
En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció.

Juan 1:11
A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron.

Juan 1:12
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;

Juan 1:13
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.

Juan 1:14
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.

Nosotros (quienes hemos creído en Jesucristo, el Hijo de Dios) como hijos amados de Dios, ¿Cómo cuestionar o dudar entonces de sus Palabras, de sus Promesas, o de su Poder para cumplir todo aquello que nos ha prometido , o de Su Intervención Divina, para revertir toda situación desfavorable? ¿Cómo menospreciar su ayuda correctiva, y su advertencia amorosa, cuando ve que nuestro andar se encuentra fuera de orden?
Bien, la duda y el cuestionamiento son dos puntas de una misma cosa: “La Ignorancia”. Y hay dos clases de ignorantes, están aquellos que no han sido instruidos o los que fueron mal instruidos, y están aquellos que no queriendo dejar de serlo menosprecian la instrucción y cierran sus oídos para no escuchar.
Pero el ser o permanecer ignorante nunca será considerado como una virtud, ¿Verdad?.
El adjetivo calificativo de Ignorante, no es algo que muchos de nosotros queramos portar. Es que el sentido y uso actual de esta palabra se ha desvirtuado como una forma ofensiva de calificar a una persona. Pero el significado correcto de la palabra “Ignorante” es: “ Que no sabe, por no haber sido instruido o por haber sido mal instruido o por no tener o querer tener noticia o información sobre alguna cosa”. Y pensemos un instante lo siguiente, ¿Sabemos todo sobre todas las cosas?. La respuesta es ¡No!. No siempre estamos al tanto de todo; entonces puede que en algún punto o en todo, seamos ignorantes y no habría ningún problema con ello y no nos debería avergonzar, pues la ignorancia es salvada tan simplemente por la instrucción o por la información correcta sobre un tema determinado. La vergüenza sí estaría en que sabiendo que ignoramos no queramos hacer nada por ello, menospreciando o rechazando la instrucción, pasando de ignorantes a necios, que sí seria un grave problema pues, salir de ello dependerá de nuestra decisión y voluntad para aceptar la instrucción.


Dentro del cristianismo, debido a las malas enseñanzas o a la falta de ella, hay mucha ignorancia a cerca de nuestro Padre Celestial y sobre nuestra posición como hijos de Dios, como también del verdadero propósito de los padecimientos y crucifixión de Cristo, de su resurrección, del perdón de pecados, y de cual es nuestra esperanza viva en los cielos, promesas que en todas ellas se pueden ver la grandeza del cuidado y amor que nuestro Padre tiene por cada uno nosotros, sus hijos. Pero también hay mucha ignorancia a causa de una actitud de cerrar los oídos a la instrucción correcta proveniente de la Palabra de Dios, porque esta no coincide con lo que algunos esperan oír.
Como cristianos muchas veces nos encontramos pendulando entre la ignorancia y la necedad y el punto de equilibrio entre ambas es la Fe.

Salmos 32:8
Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos.

Salmos 32:9
No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, Que han de ser sujetados con cabestro y con freno, Porque si no, no se acercan a ti.

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